DERECHO A LA PEREZA



Malos tiempos corren para este libro lúcido y provocador que acompaña, nada inocentemente, al último disco de Javier Krahe. Menos mal que su autor, Paul Lafargue, lo escribió en 1880, es decir hace ya siglo y medio, y, por lo tanto, Lafargue no puede ser víctima de la iracundia de los que hoy explotan sin misericordia al prójimo y de los muy prójimos que se dejan y hasta desean ser explotados. Porque son tiempos en los que el bien más preciado es algo que seguro hace y hará infelices a quienes lo detenten: el trabajo. Escasea, y esa misma escasez nos pervierte la razón alterada por la idea, afianzada casi genéticamente, de que una vida sin trabajo es una vida condenada a la privación y al sufrimiento. Nada más falso. Es precisamente al revés: no hay trabajo bueno, y si alguien no lo entiende, es que simplemente le han revuelto tanto la azotea o le han metido tanto miedo en el cuerpo, que cuando tiene tiempo de ocio no sabe literalmente entregarse a nada que merezca la pena para la formación de su cuerpo y de su espíritu. Otro asunto es que el orden repugnante de las cosas de este mundo no deje opción vital a otra cosa que a desear que alguien nos ponga un "trabajo" en nuestra vida, es decir un cepo, porque eso es lo que significa semánticamente: un cepo para esclavos.


Esta es la tesis de Paul Lafargue, un personaje realmente cautivador, brillante, que supo condensar en este pequeño artículo-libro de apenas 50 páginas, un pensamiento que refulge por su sencillez y originalidad. Lafargue, yerno de Carlos Marx (con el que mantuvo alguna polémica más allá de la familiar) entiende que es la moral judeocristina la que expandiendo el principio de que el sufrimiento es consustancial a la existencia del hombre, ha justificado (y sigue justificando hoy)  a un sistema capitalista en el que unos pocos expolian el tiempo y extraen la sangre, sin fin y despiadadamente, a una gran masa de esclavos que se creen ciudadanos. Y estos, al parecer, han de estar (y muchos lo están) agradecidos por ello.


Para Lafargue, el desarrollo tecnológico de su tiempo (estamos a finales del siglo XIX) ya permitía aventurar que con tres horas de trabajo diarias sería suficiente para satisfacer las necesidades de un hombre y su familia. Sin embargo, las máquinas, en lugar de liberar a la masa laboral, la humillan todavía más arrostrándolas a la dependencia de un salario menguante, ya que ese mismo sistema hace que los enormes beneficios conseguidos con la tecnología reviertan multiplicados hasta el infinito sobre los que detentan el capital, es decir, la propiedad de esa tecnología.. y expulsan sin embargo a la miseria y al desempleo a los que antes recibían un emolumento por esa misma labor que ahora se realiza automáticamente.


Pero si la tecnología no nos libera del yugo del empleo es porque no se pone orden a este sindiós. Y si esto ya era así en los tiempos de Lafargue, qué se puede decir de los actuales. Prácticamente nadie debería hoy ser condenado a trabajar: se impone un cambio en nuestra mentalidad: las máquinas, y la riqueza sin cuento que acarrea su uso, generan unas plusvalías tan gigantescas que trabajar hoy podría ser una opción de todo hombre libre.
Pero, como muy bien señala Lafargue, el mayor enemigo del trabajador es la mentalidad arraigada en lo más hondo de su ser y que le dice una y otra vez que necesita atarse a un empleo de por vida: así, el autor suscita la que a mi juicio es su idea más provocativa, previendo ya en 1880 el fracaso del Movimiento Obrero precisamente por enarbolar como primera reivindicación de todas la bandera del "trabajo", en lugar de exigir tiempo de ocio y de libertad para que el hombre y la mujer den rienda suelta a la libre realización de su espíritu. Y en la trampa se cayó.. hasta lo más hondo de la fosa.


Y aquí está nuestro siglo XXI para darle la razón a Lafargue: nunca unos pocos acumularon tanto; y nunca tantos vivieron tan temerosos por perder su empleo miserable o se desesperaron y lloraron tanto por conseguirlo en forma de migajas.
El derecho a la pereza es un libro brillante que debería ser de lectura obligada para todo joven que desee un futuro de felicidad liberado de la mordedura del cepo del trabajo. E incluiremos especialmente en esta recomendación a los habitantes de la China.

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